MUSE ROMANORUM
Año 99 despues del Emperador Augusto
Walfzag, el gran líder gobernante del Imperio (si el Imperio es gobernado por estos hombre-rata desde las
cloacas, ¿Qué creíais?, descansa en su cómodo habitáculo entre el palacio imperial y el hipódromo gozando de
los cuidados de su harén de concubinas reproductoras cuando es importunado por el ruido de un gran
tumulto. Tremendamente enojado reclama a gritos la presencia de su lugarteniente, Snich. ¿Qué o quién han
provocado mi desasosiego?
Snich, el gran guerrero (también ocupado en otras labores como pensar como ocupar el puesto de su
amado líder) no tiene ni idea y tras salir farfullando una serie de incoherentes excusas deja la “alcoba
imperial”. No tiene que indagar mucho, Snak, joven acechante nocturno, llega a la carrera informando que hay
en los tuneles una gran pelea entre humanos, unos ataviados con el ropaje y equipo de los guardias imperiales
(corazas, amplios escudos y cascos con bonitos penachos…) y otros igualmente acorazados pero quizá muchos
más agiles y determinados. Una pelea los oscuros pasadizos de las alcantarillas sosteniéndose sobre estrechas
y resbaladizas cornisas sobre las pestilentes aguas fecales de la capital imperial.
Informado Walfzag de la intrusión en sus dominios decide que deben escarmentar a esos locos, y de paso
sacar partido de la situación, y rápidamente avanzan hacia el lugar de la acción en busca de un precioso botín
en hombres y equipos. Efectivamente, cuando las antorchas finalmente se apagan y los últimos rezagados
indemnes logran salir a la relativa seguridad del exterior, los subterráneos se llenan de los horribles alaridos de
aquellos que heridos o desorientados han quedado atrás y ahora se encuentran ante la ira de estos guerreros
de pesadilla. No hay refriega, solo botín, y de éste Walfzag se queda prendado de una espada grabada con un
texto en lengua humana, que hecha de un metal que desprende un extraño brillo azulado. Solo eso es digno de
un gran emperador como el.
Ya en sus aposentos Finkel, el brujo a su servicio no duda en reconocer el arma como “la espada de los
Emperadores”. Ahora Walfzag está seguro, él es el llamado a liderar todas las hordas skaven hacia el dominio
del mundo… primero Roma, luego el Imperio, después toda humanidad será sojuzgada.
Año 1000 del Imperio
A los aposentos de Wolfzag, el gran líder skaven, llegan las noticias de la caída de una gigantesca y extraña
roca desde el cielo sobre la ciudad de Mordheim. Tras enviar unos primeros exploradores es informado de que
los fragmentos del meteorito –así denomina su brujo a la roca- despiden un extraño color verdoso –que
quedaría muy bien si los engarza con su azulada espada- y que en su presencia todos sufren extraños cambios.
Wolfzag no puede esperar más. Junto a lo más aguerrido de su hueste marcha hacia Mordheim con la
intención de hacerse con la totalidad de esos fragmentos que le dotarían de un inmenso poder sobre el
mundo, y quizá también sobre el inframundo. Él es el emperador, pero no sabe que la noticia ya ha llegdo a
todos los rincones de la Tierra y numerosos grupos se disponen a luchar por lo mismo… Pero él es el
Emperador, ¡Nada le parará en la consecución de su objetivo!
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