Postby consuelosi69 » Wed Mar 24, 2010 7:41 pm
Las semanas habían pasado tediosas, incursiones en Atalheim explorando diversos barrios y zonas de la ciudad, sin apenas enfrentamientos reseñables y consiguiendo un botín considerable, pero Reiner no estaba satisfecho, mandaba continuamente exploradores a la ciudad en busca de noticias de esos hombres rata para poder vengar a Leopolda, sin ni siquiera saber si los que encontrase fueran los causantes de su dolor.
Hasta que un día Baterfine informó a la vuelta de una de sus escapadas en busca de comida de que había visto unos hombres rata en uno de los arrabales. Un brillo maníaco apareció en los ojos de Reiner, que reunió a sus hombres para darles la información y decirles que él iría a por esas sucias criaturas, pero que no obligaría ninguno a seguirle.
Todos callaron, mirándose unos a otros hasta que Oskar dio un paso al frente y con una imponente voz, les apremió para que movieran el culo y siguieran a su capitán.
..........Las criaturas eran casi del tamaño de un hombre pero con pelaje y colas largísimas, y afiladas garras y colmillos; su número era notablemente inferior al suyo y aún se notó más cuando se separaron en varios grupos, pero eran endiabladamente rápidas y ágiles lo que provocaba que ninguno de sus disparos les alcanzaran, aunque lo mismo podía decirse de los lanzados por las ratas.
De repente, un grito le alertó de que uno de esos hombres rata había aprecido en su retaguardia no sabía cómo, pero tan pronto como apareció fue recibido por las flechas de Haals y Pavel además de las de Baterfine, dejándo al skaven malherido en el suelo.
Por su parte mientras el pequeño Franz y uno de los guardias se enfrascaban en un combate con un par de criaturas, Oskar decapitaba de un poderoso mandoble al que parecía ser un hechicero mientras desde las alturas caía otra criatura quedando aplastada contra el suelo y uno de los halflings abatía a otra más.
Por su parte uno de los guardias atravesaba con su alabarda a una critarua que se acercaba por la izquierda de Reiner mientras éste fijaba su atención en un hombre rata que en su cuello lucía un colgante harto conocido por Reiner, ya que él se lo había regalado a Leopolda en una época más feliz.
Alzó hacía él una de las pistolas de duelo de su padre apuntando a la cabeza y apretando suavemente el gatillo disparó, esparciendo los sesos de su objetivo en la pared con la que intentaba cubrirse.
Esa última demostración de fuerza y habilidad, bastó a los pocos skaven supervivientes para decidir retirarse, mientras Reiner recogía el colgante del suelo, con el rostro anegado en lágrimas