Postby consuelosi69 » Sun Apr 25, 2010 7:27 pm
Habían pasado varias semanas desde la muerte de Reiner y el enfrentamiento con los enanos y Oskar había decidido no moverse del campamento, para que los hombres pudieran recuperarse de sus heridas, no sólo las físicas, si no sobre todo de las mentales, ya que la muerte de Reiner había sido un golpe muy duro para todos.
Pero por fin una mañana Oskar comunicó a los hombres que se preparasen, iban a volver a entrar en Atalheim y para sus adentros confió en poder tener un buen combate para que sus hombres recuperaran la confianza perdida.
Había elegido un barrio cercano a las murallas, por si tenían que que escapar rápidamente, y el lugar elegido había resultado estar plagado de piedra bruja, ya que había fragmentos dispersos por todo el lugar. Y en su recogida estaban ocupados cuando uno de los halflings, apostado a modo de vigia anuncio la llegada de un grupo de hermanas de sigmar.
Al principio Oskar pensó que serían aquéllas contra las que habían combatido en su primera incursión en Atalheim, pero conforme se acecrcaban se dio cuenta de que parecía tratarse de un grupo distinto y para su asombro observó que con ellas avanzaba un ogro.
Las monjas se dividieron en dos grupos, y Oskar hizo lo mismo con sus hombres, mientras Pavel y los halflings subían a los pisos superiores de ls ruinas para disparar, dejando a una hermana tendida sin vida e impactando varias veces al ogro, aunque éste seguía avanzando imparable hasta cargar a uno de los guardias al que dejo muerto en el sitio, mientras Haals y Otkmar acababan con tres hermanas para luego enfrentarse al ogro, que debilitado por las flechas y la pérdida de sangre no resultó rival para el luchador del pozo.
Por su parte, Erik, con ayuda de un par de hombres abatía a otros dos enemigos, mientras Oskar, después de deshacerse de una monja, cargaba contra la que parecía ser la líder de las hermanas, que se encontraba malherida en el suelo con una flecha de Pavel clavado en su hombro, rematándola en el sitio.
Cuando levantó la vista, vio como el resto de sus hombres remataban a las últimas supervivientes, dando por finalizado el combate.
Sus plegarias habían sido escuchadas: habían tenido un combate y había sido una gran victoria y sólo tenía que ver la satisfacción y confianza que aparecían reflejadas en las caras de sus hombres.