Postby consuelosi69 » Sat Apr 10, 2010 11:16 am
Oskar no estaba de acuerdo con el plan; habían estado discutiéndolo durante mucho tiempo y había intentado hacerle ver a Reiner que dividir a los hombres de esa manera no sería buena idea, pero Reiner era el Jefe y hasta ahora sus decisiones siempre habían sido acertadas, pero algo en su interior le decía que no iba a salir bien.
Se despelgaron en cuatro grupos para sorprender a la banda que se alojaba en lo que parecía ser el palacete de un noble, aunque había conocido tiempos mejores, apovechando toda lo posible la cobertura que les deban los edificios adyacentes. Parecía ir bien, hasta que de repente una lluvia de flechas les saludó desde el lado oriental del edificio.
Los sorprendidos fueron ellos pues la banda rival les esperaba y les estaba disparando con todo lo que tenía a los dos grupos más cercanos a la casa, mientras los otros dos, el de Oskar y Reiner, apresuraban el paso para ayudar a sus compañeros. Pero la cadencia de disparo de los enemigos y su increíble puntería estaban haciendo mella en los Averlandeses, ya que Oskar pudo ver como sus hombres caían a su alrededor.
Poco a poco fueron cerrando el cerco sobre la otra banda, que iba moviéndose intentando escapar por las callejuelas sufriendo alguna baja, aunque nada comparable a las suyas. De repente Oskar atisbó un enemigo en el tejado del edifico y apuntando su arco disparó derribándolo, pero su sonrisa de satisfacción se heló en su rostro al ver como un arquero elfo alcanzaba con dos certeras flechas a Reiner, que cayó pesadamente en medio de la calle, mientras su sangre formaba un charco a su alrededor.
La escaramuza duró lo que le pareció una eternidad hasta que el enemigo, y a pesar de que sus bajas eran inferiores a las de los hombres de Reiner, decidió retirarse abandonando a sus muertos y dejando la victoria a los Averlandeses.
El panorama era desolador; habían conseguido la victoria y un buen botín pero a un precio muy alto; todos tenían heridas de diversa índole, aunque el peor parado había sido el pequeño Franz, que tardaría varios días en recuperarse y casi no podía moverse, además de 4 muertos entre ellos Reiner, ya que una de las flechas del elfo le había traspasado el corazón. Estaba muerto antes de tocar el suelo.
Asumiendo el control, y antes de que los hombres se desmoronaran, Oskar empezó a dar órdenes para que recogieran el botín y el equipo, curaran sus heridas y prepararan unas parihuelas para trasladar al malherido Franz.
Por último, mandó enterrar en el jardín del palacete a los compañeros caídos, mientras él mismo cavaba una tumba a la sombra de un viejo árbol, para depositar en ella los restos de Reiner, mientras se preguntaba que sería de ellos sin él en esa ciudad maldita.