La Hermandad sin Fe

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La Hermandad sin Fe

Postby elmasmalo » Tue Apr 17, 2012 9:31 am

Este relato es el trasfondo de una banda de Hermanas de Sigmar para la campaña de Mordheim que vamos a jugar en el club

Aquella noche se repetía una y otra vez en sus pesadillas. Tan nítido era el recuerdo en su mente que tan solo con cerrar los ojos veía una y otra vez las imágenes de aquellas fatídicas horas.

Estaban en la última oración del día, todas las hermanas, juntas en el santuario, rezando por los pecados de esta ciudad, tan necesitada de perdón, más que ninguna otra en todo el Imperio.

La señal de que Sigmar les veía surcaba los cielos hace semanas, iluminando la noche con su cometa de dos colas. Las hermanas estaban gozosas, ya que interpretaban la señal como la cercanía de la pureza de su dios y la asociaban al perdón de los pecados.

Sólo que no pensaban que la salvación se convirtiese en destrucción. Con un siseo en aumento, finalizado por el mayor estruendo que oirían en sus vidas, los ciudadanos de Atalheim contemplaron como el cometa se estrellaba contra su pecadora ciudad.

Una sacudida cercana sacó del trance a Fianna, abrió los ojos y contempló con estupor como el muro tras el altar mayor se resquebrajaba como el pergamino… De repente, comenzaron a caer cascotes y las hermanas empezaron a gritar aterrorizadas… Unas cuantas velas cayeron sobre los pendones sagrados que comenzaron a arder. A los pocos minutos, mientras sus hermanas corrían de un lado a otro gritando y agitando los brazos, todo el santuario estaba envuelto en llamas. Unas hermanas socorrían a otras, otras gemían en el suelo, y ella se encontraba allí, paralizada sin saber que hacer.

Saliendo de su ensimismamiento, buscó a la Matriarca, para que les guiase en esta aciaga hora. Su vista recorrió media estancia hasta que horrorizada la vio en llamas, agitando los brazos y corriendo hacia el patio exterior. La siguió con espanto hasta fuera de la iglesia cuando de repente su Superiora se giró. La imagen era dantesca, la cara de su Matriarca comenzaba a consumirse por el fuego, que lamía como un depravado demonio todas sus ropas y su carne.

Sus labios se movían, pero Fianna no escuchaba nada en mitad de la confusión reinante. Se acercó más, llegando casi a tocar a la que tras su llegada del frío y salvaje norte había sido como su madre… Entonces escucho la letanía de muerte de su Matriarca…

“El fin se acerca… sálvalo… solo el manuscrito importa… sálvalo… el cofre… las catacumbas…”

Un grito inhumano salió de la garganta ardiendo de la Matriarca, mientras se desmoronaba sin vida consumida por las llamas.

Fianna se repetía una y otra vez en la cabeza las últimas palabras de la Matriarca. “Las catacumbras”… Sin más pista que esa, y la de que debía buscar un cofre, Fianna cogió una antorcha y bajo a las catacumbas que se extendían a lo largo de todo el monasterio, atravesándolo de parte a parte por el subsuelo.

Buscó y buscó, y tras interminables horas llego a una pequeña habitación. En mitad de la habitación había un cofre cerrado, y apoyado sobre él se encontraba Armurel, el Martillo de Sigmar de la Hermandad, heredado generación tras generación de Matriarcas. Tras un momento de duda, Fianna cogió a Armurel y lo descargó contra el cierre del cofre, que cayó con estruendo al suelo de la estancia. Fianna abrió el cofre y entonces vio lo que parecía un trozo de pergamino antiguo. Lo cogió con cuidado y leyó con detenimiento el fragmento contenido en el mismo.

Una sombra pasó por su rostro, su expresión cambió por completo, decidida, cogió el martillo y comenzó el camino hacia el exterior.

Cuando llegó al exterior, unas pocas hermanas permanecían de pie en el patio interior del monasterio. Maia, la Augur, presintió la cercanía de Armurel. Consciente de lo que eso significaba, agachó la cabeza en señal de aprobación, y dijo solemnemente:

“Hermanas, Fianna es nuestra nueva Matriarca”

Sin siquiera mirar a su hermana ciega, Fianna comenzó a hablar.

“Nuestra hermandad ha muerto con nuestra Matriarca. Si queréis seguidme, hacedlo, pero sin preguntas y sin vuestros hábitos. Coged vuestras antiguas ropas y las armas de las que dispongáis. Seguidme más allá de estos muros. Nadie hablará jamás de la fe que procesábamos. No os puedo garantizar nada, solo una muerte digna. Y ante todo, no hagáis preguntas. Todas aquellas que me vayan a seguir, las espero aquí en una hora. Entonces, saldré por esa puerta, sola o acompañada, y ya no regresaré”

Dejando a sus antiguas hermanas perplejas en el patio, se dirigió a su celda. Saco de bajo su cama un hatillo, que deshizo sobre su jergón. Ahí estaban sus antiguas ropas, las que la identificaban como una bárbara de Norsca… Y la daga con la que mató a su padre para huir de su tribu. Sin dejar de mirarla, se despojó de sus hábitos y ajustó sobre su cuerpo desnudo las piezas de metal y cuero que formaban su rudimentaria armadura. Ajustó la daga en su lugar oculto y salió de la celda, dejando la puerta abierta y portando a Armurel en su mano.

Poco tuvo que esperar en el patio del monasterio para ver quienes le seguirían. Vio por el rabillo del ojo como algunas hermanas permanecían ocultas entre los pilares del claustro. No les guardaba rencor, en cierto modo, lo comprendía.

Catorce de sus antiguas hermanas, ahora compañeras de andadura, formaban frente a ella. De entre todas ellas, cinco destacaban sobre el resto:

Maia, la Augur, que pese a su recelo al cambio de actitud de Fianna, la seguiría allá donde fuera con la ciega convicción que tendría en una Matriarca.

Leonora, su rostro oculto bajo una enorme capucha como siempre cuando salía al sol. Le sería de gran ayuda.

Si Maia pudiese ver, desde luego se escandalizaría de Ushi. Su antigua hermana esperaba prácticamente desnuda a comenzar la marcha. Pero más sorprendente que su falta de vestuario, era la serpiente que se deslizaba por sus brazos y su cuello, ¿dónde habría ocultado tanto tiempo a semejante animal?

Equipada con un extraño escudo de plumas y un martillo de Sigmar, Alaria charlaba con “sus salvajes” como las llamaba la antigua Matriarca por sus costumbres, fruto, sin duda de su lugar de origen, una selva de Lustria

A la vista del pintoresco grupo que formaba sus antiguas hermanas, no pudo más que esbozar una sonrisa, pero fue breve. Su cometido no podía esperar más.

Sin mediar palabra, Fianna se giró hacia la puerta del monasterio al que no volvería jamas…
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Re: La Hermandad sin Fe

Postby elmasmalo » Sat Apr 28, 2012 9:57 am

Bueno, tras jugar la primera partida de la campaña Atalheim, seguimos con el trasfondo de la banda...

- "Hermana, trasncribe mis palabras".

Así comenzaba siempre sus relatos Maia a una de sus antiguas hermanas, que escribía palabra por palabra aquello que la Augur no podía por su ceguera.

"Tras salir de nuestro viejo y destrozado convento, salimos de la ciudad por una parte de la muralla destrozada. No entendí ese movimiento de Fianna ¿Nos ibamos de la ciudad?¿Qué buscaba?.

Después de un día de marcha, llegamos a las puertas de la ciudad. Todos los edificios de las afueras se encontraban destrozados. Nos acercamos con cuidado a las puertas. De repente, una flecha silbó cerca. Sin previo aviso, una lluvia de proyectiles cayo sobre todas nosotras. Alaria cayó, pero se repuso rápidamente y avanzó hacia donde provenian los proyectiles con varias de sus hermanas "salvajes" siguiéndola.

Mientras, nuestra Matriarca, avanzó locamente hacia el resto de la banda enemiga, blandiendo su martillo. Era una locura, luchábamos con hombres imperiales, cuyo olor penetraba en todo mi ser produciéndome arcadas. Según me contaron, Leonora se corrió todo lo rápido que pudo hacia la puerta de la ciudad, pero allí le esperaba uno de aquellos hombres que la abatió. En el mismo instante, Fianna, cegada por no sabemos que rabia interna, luchaba encarnizadamente contra otro de aquellos soldados, que consiguió derribarla. Aquello fue demasiado para mi, que decidí dar orden de retirada.

Más tarde, todas nuestras Hermanas Superiores se recuperaron, pero sufrimos un par de muertes. El monasteri se encontraba muy lejos como para pedir ayuda, así que decidimos seguir adelante, mermadas pero con la única fe que nos queda, la fe en nuestra silenciosa Matriarca"

Maia, Augur de la Hermandad Sin Fe

"Gracias hermana, puedes retirarte".

Lo que no decía Maia era lo que le preocupaba realmente. Algo estaba creciendo en el interior de Fianna. Algo negro que le impelía a abalanzarse contra sus enemigos. Aquello podría ser bueno, pero no era propio de una antigua Hermana de Sigmar. Claro, que Sigmar parecía haberlas abandonado a sus antiguos dioses. Tal vez Fianna seguía a esos antiguos dioses... Esperaba descubrirlo antes de que la muerte les alcanzara en las terribles calles de Atalheim.
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Re: La Hermandad sin Fe

Postby elmasmalo » Tue Jun 12, 2012 10:47 am

Mucho tiempo había pasado sin escribir por mano de la hermana Mirva. Las cosa no iban bien.

Aquella endemoniada ciudad estaba causando estragos en su antigua hermandad. La Fe definitivamente les había abandonado. Tres herm... compañeras habían caído ya, y Fianna seguía empecinada en enfrentarse con cualquier peligro que le saliera al paso.
El ultimo encuentro, en las ruinas de la antigua universidad, contra unas horribles bestias mitad hombre mitad animal... Sigmar les había abandonado hace tiempo. El resto de las otrora Hermanas Superiores se habían unido en la locura de Fianna, uniendose al festín de sangre y destrucción en el que se estaba convirtiendo cada uno de sus pasos.

Fianna ya aterrorizaba a su enemigos debido a las espantosas heridas que recorrían su cuerpo. Casi la habían perdido en dos ocasiones. Afortunadamente, en este campamento de vagabundos y muertos de hambre había un galeno, que había hecho lo que buenamente pudo para dejar a su jefa lista para seguir combatiendo...

El resto de hermanas superiores se habían ido curtiendo en las batallas. Ya ninguna de ellas oraba, solo esperaban impacientes a la siguiente batalla, como si buscasen la muerte...

Yo misma he sufrido heridas de consideración, hasta he perdido uno de mis ojos ciegos... Gracias a Sigmar... o a quien sea... hace tiempo que me guío por otros sentidos.

Mención aparte habría que hacer de Leonora... En combate sus enemigos dudan antes de atacarle, siempre permanece oculta bajo su capucha y la otra noche la vi desaparecer entre las ruinas. En el convento tenía mis sospechas sobre su oscuro pasado... Ahora esas sospechas son casi certezas, pero no puedo decir nada hasta que esté segura...

Llevamos ya varios días en este campamento. Noto la impaciencia de todo nuestro peculiar grupo, no quieren seguir descansando, aunque nos hacía mucha falta. El otro día todas recibieron con gran júbilo a Fianna. Venía acompañada por, según ella, "un viejo amigo". No me hace falta ver para saber que se trataba de un ogro, su olor lo hace fácilmente reconocible. Sin embargo, creo que no es un ogro de las tierras imperiales, ya que en su olor viaja un toque del gélido norte. Tras el tonto nombre de "Modorro", falso, desde luego, me temo que se oculta un ogro del... no puedo decirlo ni escribirlo. Que Sigmar nos ampare... Si es que algún día lo vuelve a hacer.



Maia, Augur de la hermandad sin Fe
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Re: La Hermandad sin Fe

Postby elmasmalo » Thu Jun 14, 2012 7:01 am

Image
Soy Fianna, la mal llamada Matriarca de lo que se conoce como la "Hermandad Sin Fe". Por petición de Maia, que está recuperándose de sus heridas, retomo yo su función de relatora de nuestras vicisitudes en esta ciudad de locos.

En el campamento en el que estuvimos los últimos días escuché historias de un escriba, alguien con acceso a viejos pergaminos. Seguramente él tendría algún fragmento de aquello que busco, así que decidimos dirigirnos a la Gran Biblioteca.

Cual fue mi sorpresa al ver que no era la única que había tenido esa idea. 3 bandas de desarrapados, mezclas de humanos, bestias y enanos, aparecieron de pronto cuando nos encaminábamos hacia el escriba.

El día se hizo noche bajos las flechas desde todos los sitios y de repente nos vimos rodeadas por todas partes. Mi viejo amigo del norte pudo con otro ogro que se abalanzaba sobre nosotras, pero al final sucumbió tras multiples ataques de varios hombres. Cada una de las hermanas tenía que enfrentarse al menos a un enemigo, ya fuera enano, humano o bestia, pero aguantamos bien las embestidas.

Algo extraño sucedió. Un gutural "mi amada", nos llegó desde el bando de las bestias. Ahí estaba de nuevo aquel engendro de cuatro patas lanza en ristre corriendo desaforadamente en pos de Leonora. Ushi trató de pararle, pero su látigo no hizo más que azuzar a la bestia, y mi antigua hermana quedó inconsciente entre las ruinas, con sus armas destrozadas por la embestida. Al final, el encuentro entre Leonora y aquella bestia loca sucedió.

Frente a las miradas de estupor de todos, aquel cuadrúpedo trataba de abrazar y montar a Leonora, mientras esta se defendía como podía con sus dos dagas.

La visión fue horrible. Una mezcla de pezuñas y acero destrozaron a Leonora... y entonces algo sucedió... Leonora no sangraba. Con el último golpe, que la lanzó por los aires, su ropa hecha jirones, pudimos verle la cara. Aquella cara no era humana. Tenía la enfermedad de la sangre, como en esas historias de vampiros en Sylvania. Al caer al suelo se deshizo en cenizas. Todas lamentamos su pérdida. Humana o no, era nuestra hermana. La bestia se quedó olisqueando como alelada las ropas y cenizas de lo que había sido Leonora.

Después de esto, ordené retirada, cuando solo tres de nosotras quedábamos en pie. Una vez en la seguridad de unas ruinas, hicimos recuento de bajas.

Ushi tenía un horrible tajo que le recorría todo el torso desde uno de sus pechos hasta la cadera. Viviría, pero no sabremos si podrá luchar o no. Además, perdió todo su equipo, destrozado por la carga loca de aquel centauro horrible. Además de Leonora, otra de nuestras "salvajes" murió aquel día.

Una de las acólitas de Leonora, a la que ella llamaba "Alondra", juró vengarse de la bestia que mató a nuestra querida hermana, así que le hemos dado un puesto de honor junto a nosotras. Me temo que ella también tiene la enfermedad de la sangre, ya que se cubre igualmente la cara con una capucha, pero si lucha como Leonora, eso no nos tiene que importar.

Pese a las pérdidas, estoy contenta. Otro fragmento del manuscrito ha llegado a mi poder, con este ya son tres... me falta poco para lograr tenerlo entero y desvelar a mis hermanas de batalla su secreto...
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