La llegada:
Sigmund descendió de la barcaza que le había acercado a la playa.
El Conde Otto Von Trenaden le había concedido el enorme privilegio de ser el primero en pisar Nuevo Reik, la nueva incorporación al poderoso Imperio del hombre, que el Emperador Karl Fran había decidido añadir a sus ya extensas tierras.
“Se precavido mi buen amigo Sigmund, y no dudes en eliminar cualquier oposición que encuentres en la Isla.
El mismísimo Emperador nos ha elegido para tomar esta Isla en su nombre y por Sigmar que no fallaremos. “
Esas fueron las palabras de su Comandante y así las cumpliría.
Hacía varios días se habían adelantado al resto de la flota con su rápido galeón, para iniciar la exploración y preparar un lugar seguro para el desembarco.
Aquella zona de la playa parecía despejada y les permitía una amplia línea de visión.
“Rápido cubrir el flanco izquierdo”, ordenó a sus fusileros. Si algo intentaba tomarles por sorpresa desde el bosque, recibiría una buena ráfaga de plomo.
Los Haflings se escurrieron prácticamente sin ser vistos y tomaron posiciones a su derecha, en unas rocas cercanas. Su capacidad para desaparecer era increíble, el Conde siempre confiaba en ellos para sus acciones de exploración y nunca antes le habían fallado.
Aquella Isla era extraña, un halo de misterio y oscuridad la cubría…., sus pensamientos se enturbiaron, su mirada se perdía en la espesura….
Un ruido lo devolvió a la realidad, botas de hierro pisando con fuerza la maleza, unas figuras pequeñas pero robustas se perfilaban en la lejanía.
“Enanos, señor!”. Gritó uno de sus hombres.
“Formación cerrada, arcabuces al frente y preparados para abrir fuego!!, esos tapones aprenderán a respetar las tierras del Imperio”.
La primera batalla por la Isla de la Bruma estaba a punto de comenzar….