Postby Danop » Mon Oct 17, 2022 10:23 am
Con vino brujo corriendo por las venas y visiones perturbando sus mentes, las bestias astadas se abren paso por la ciudad maldita. Los dibujos del pergamino no tienen nada que ver con las calles que recorren pero Rogalam lo sigue de manera paciente y ningún compañero produce ni el menor sonido de disconformidad. Según avanzan empiezan a aparecer pergaminos por todas partes; en el suelo de la calle, pegados a las paredes, volando por el aire o formando pequeñas fogatas apagadas hace días ya. Xoruat empieza a poner en duda porque siguen la piel del chamán que les lleva dando vueltas horas en vez de cualquier otro cogido de la calle. Cuando los hermanos empiezan a pensar en como defender al chamán del enorme minotauro, se oye un grito ahogado de lo que parece un niño procedente de una casa parcialmente derruida. Los mastines ya están olfateando el aire, saliendo como alma que lleva el diablo hacia casas distintas a la del grito. Hargo y Xargo corren tras sus perros propinándoles sendos puñetazos para que se quiten de las puertas que muerden, arañan y empujan de forma enloquecida. El caudillo ya está dentro del edificio que empezó todo esto y ahora sí que se oyen chillidos mientras Karzahk desgarra y devora. Hargo también tiene éxito, oyéndose solo un bramido sangriento, pero la puerta de Xargo no cede por mucho que la embista. Si esas presas no van a ser suyas no serán de nadie y prende fuego al edificio. Eso sí que son gritos.
Rogalam presencia satisfecho estos actos, siendo sorprendido por una flecha que se clava en su bastón. Una palabra de poder y la masacre cesa, parece que hoy habrá presas dignas. Xoruat, que no ha podido participar de la matanza, sale corriendo hacia donde le señala el chamán sin ver hacia donde va pues solo ve rojo. Choca con una pared y, mientras saca su cornamenta del yeso, es atacado por dos pequeños seres. De un empentón del escudo derriba a uno. Ahora ya puede ver y el otro es una amalgama de tentáculos carnosos muy apetitosos. Cuando esa masa se prepara para atacar, un coagulo de magia le noquea. Ya está todo listo para el banquete. El primer individuo, que porta una enorme hacha, se revuelve cuando va a catarlo. Un mazazo en el pecho hace que deje de moverse. No puede acabar con ellos porque los compañeros de las víctimas le atacan por todos lados para ganar tiempo y poder arrojarlos a las alcantarillas. Tal como desaparecen las dos víctimas, el resto se esfuma. Otra vez se le ha quitado la comida de la boca y la ira se apodera de él. Tiene que venir Rogalam para pacificarle.
Esa noche, tras encontrar un buen lugar para acampar, el chamán intenta acabar una especie de artefacto pero algo le falta. Cuando llega la hora bruja, tres gors se aproximan cautelosamente a la fogata, encargándose de hacer el suficiente ruido para no sobresaltar a nadie. Se presentan con regalos al caudillo para que les admita en su partida de guerra y Karzahk asiente. Se sientan a la hoguera mientras el profetizado inspecciona los regalos: una agrupación de pergaminos que inspeccionará el chamán, una espada maciza y un cobarde arco. Una mueca de asco aparece en su rostro al ver un arma tan indigna y procede a hacer un regalo a su brutal compañero. Se acerca al minotauro y, tras susurrar unas palabras a su oído, este se levanta, engancha a uno de los recién llegados por una pata y se lo lleva a rastras hacia la oscuridad más alla de la fogata mientras este aulla de terror. Un golpe y ya no se oye nada más salvo desgarros. Un rato después este vuelve cubierto de sangre, satisfecho. Se dirige hacia Rogalam, a quien le tiende un cuerno aún sangrante y el pezón de la víctima de la refriega que no pudo degustar. Con esto el chamán acaba su macabro artilugio, presentándoselo al caudillo para compensar el regalo del ya no-gor. Lo alza con un rugido vociferando: -¡MAÑANA CAZAREMOS!